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viernes, 17 de octubre de 2014

La fábula del avestruz, la zorra, el cerdo y la garrapata.



  Érase una vez en un país de animales variados donde los corderos eran gobernados por un avestruz, una zorra y un cerdo, entre otros.

  El avestruz sólo sabía hacer cosas de avestruces. Picar la comida, quitártela a ti, correr y, llegado el caso, meter la cabeza bajo tierra para hacerse la desaparecida. Nadie se explicaba cómo pudieron elegir al avestruz para esa tarea, pero así fue y ahí estaba.

  La zorra era, contrariamente a lo que son las zorras, un poquito torpe. Por eso fue que el avestruz decidió darle un puesto en cuestiones de máximo nivel de seguridad de los corderos. Era su sitio ideal ya que lo que se tenía previsto para ese sistema era dejarlo en manos de las ratas y ya, que los corderos se las apañaran con ellas.

  El cerdo era el que mejor se lo montaba. Llevaba las mismas tareas que la zorra pero en vez de la seguridad de todos los corderos, sólo a los del poblado central. Así era menor su tarea y podía estar bien comido, bien bebido y vivir como lo que era, un cerdo, un cerdo bien gordo.

  Llegó un buen día en el que dos corderos que habían atravesado un gran charco para ayudar a los corderos de otro territorio cayeron enfermos, muy enfermos. Tenían algo muy malo y querían venir al territorio donde nacieron para terminar sus días, ya que lo que tenían era realmente malo. 
Todos lo conocían, todos sabían lo que era, pero realmente nadie sabía cómo acabar con ello, era la mortal garrapata. La garrapata nadie sabía por dónde entraba, lo único que sabían era que una vez que entraba era muy difícil encontrarla y hacerla salir.

  El avestruz llamó a la zorra y al cerdo para ver qué podían hacer al respecto. Hablaron durante cinco minutos, tiempo muy superior al habitual, y decidieron que lo mejor era traer a los corderos a su lugar de origen ya que les proporcionaría beneficios en pasteles monacales, que eran los favoritos del avestruz y sus secuaces.

  Todos los expertos en garrapatas pusieron el grito en el cielo. 
-¡Podría pasar de un cordero a otro! 
-¡No deben traerles! 
-¡Se debe intentar buscar a la garrapata allí dónde las encontraron! 
Pero para el avestruz era más importante pensar en sus deliciosos pasteles y no hicieron caso a nadie. 
Desoyendo todas las explicaciones, todos los motivos, todas las razones, explicaron a los corderos que no pasaba nada, que le meterían en un saco de arpillera y así la garrapata nunca podría salir a buscar ningún cordero.

  Cuando los trajeron por fin, decidieron llevarlos al poblado central. Era el sitio ideal antes de que decidieran ir dándoselo a las ratas poco a poco. Ahora no. Pero no quedaba otra opción, ahí estarían en todo el centro y... no fuera que los pasteles llegasen con retraso.

  Los corderos que se dedicaban sobre el terreno a la seguridad del poblado central tuvieron que hacerse cargo de los corderos que llegaron con la terrorífica garrapata. Se dedicaban a la seguridad, sí, pero nunca les habían explicado cómo tenían que hacer sus funciones ante semejante bicho. 
Nada, una pequeña charla con cuatro corderos de rango superior en seguridad y el boca a boca harían que se enterasen todos. "No pasa nada si sigue en el saco de arpillera y vosotros, a su vez, lleváis otro puesto" les decían. 
No tenían otra alternativa, sólo confiar en sus máximos responsables.

  Los corderos que tenían la garrapata no pudieron con ella. Nadie pudo encontrarlas. Terminaron sus días en las dependencias de seguridad.
Aunque aún quedaba una duda... ¿los corderos que los cuidaron estarían a salvo? ¿Habrían sido suficientemente eficaces los sacos de arpillera?
Para eso había una única indicación: vigilar el color de las pupilas y si variaba, avisar.

  Fueron pasando los días sin novedades hasta que un cordero empezó a sentirse mal.
  Avisó de lo que le pasaba y le dijeron que no fuese un cordero hipocondríaco, que la garrapata no era, si fuese así tendría que encontrarse mucho peor.
  Al siguiente día, estaba aún peor, sus pupilas habían cambiado ligeramente. Volvió a avisar y le contestaron lo mismo, que no pensara que fuera la garrapata, que sería un resfriado corderil sin más importancia.
  Al día siguiente estaba peor todavía. Sus pupilas eran muy diferentes a las que tenía ahora. Volvió a avisar tal y como le indicaron que hiciese y ya, por cansino, le dijeron que llamara a un vehículo de seguridad que le llevaría a las dependencias de seguridad más cercanas.
  El cordero, a pesar de su malestar, no se cansaba de decir y avisar a todos los que se le acercaban que podría ser la garrapata, aunque nadie le tomase muy en serio. Hasta que, finalmente, le hicieron las pruebas pertinentes y cuando llegaron los resultados fueron positivos... tenía la garrapata.

  ¿Cómo ha podido suceder? ¿Cómo es posible? 
¿Quién lo va a saber si ni los expertos en garrapatas lo saben a ciencia cierta? Menos mal que los pasteles son deliciosos...

  El país de animales variados se encontraba en estado de alarma. Tuvieron que reunirse el avestruz, la zorra y el cerdo para llegar a un acuerdo sobre lo que iban a contar a los corderos y, como animales que son, para eludir responsabilidades, ya que todo apuntaba a que no habían tomado buenas decisiones ni tenían las medidas apropiadas.
Tras cinco minutos de charla, estaba todo decidido:
-El avestruz haría lo propio, esconder la cabeza.
-La zorra haría lo suyo, decir que da explicaciones y luego, muy astuta, no decir absolutamente nada.
-El cerdo tenía su función, echar mierda, mucha mierda... al cordero.
Mientras, comerían los magníficos pasteles.

  Descubrieron que el cordero tenía un perro pastor que cuidaba de su casa. Según los expertos en garrapatas los perros pastores no eran afectados por éstas, pero el avestruz, la zorra y el cerdo tomaron otra decisión, esta vez, en menos de cinco minutos, matar al perro pastor.
¿Por qué? Les preguntaba el mundo entero, ¿por qué? No dieron respuesta alguna, simplemente lo hicieron. Y siguieron comiendo pasteles.

  Pasaron algunos días y la situación fue la siguiente:

  El cordero que tenía la garrapata luchaba contra ella y, de momento, iba ganando.
  El avestruz salió disparado hacia un lugar muy, muy lejano.
  La zorra se quedó en un plano de la cuarta dimensión para que nadie la pudiese encontrar.
  El cerdo sigue comiendo y bebiendo muy bien.

  Moraleja: 
  No hay garrapata peor que tener a un avestruz, una zorra y un cerdo adictos a los pasteles cuidando de todo el rebaño.

Fábula.
  Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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