Espartana y Guerrera

Espartana y Guerrera

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lunes, 21 de septiembre de 2015

La chica que creía que andaba con dos pies y uno le falló.



  Caminaba por la vida con alegría, tanta, que incluso a veces iba a saltos.
  Danzaba, corría y hasta se daba el gusto de ir de puntillas para cuidar que no se mojasen sus talones en los días de lluvia.

  A veces era cansado el caminar, otras veces era duro y complicado pero siempre, siempre caminaba alegremente. Pensaba que si caminaba con esa felicidad la contagiaría a todas sus extremidades y todo sería mejor.

  Caminaba, danzaba, corría... hasta que un accidente le paró su alegre caminar.
  Se encontraba dolida, magullada, amoratada y no se encontraba con fuerzas para ponerse en pie.

  Corrían los días y ella sabía que tenía que moverse pero necesitaba un motivo, un aliento que le diese fuerzas para poder volver a ser quien era y recuperar su caminar alegre. Pero no lo encontraba...

  Pensó que ya que ella había dado tanto, que lo había dado todo incluso en los peores momentos, debería recibir, al menos, un pequeño gesto de sus pies, esos que tanto había cuidado durante toda su vida. Así que tomó la decisión de ponerse en pie y confiar en que sus pequeños y adorables pies la ayudasen en el duro proceso.

  Con mucho esfuerzo, apretando los dientes, agarrándose a sí misma consiguió ponerse en posición vertical.
  La cabeza le daba vueltas, pero sabía que si descansaba un poco y respiraba pasaría en breve.
  Tras unos minutos de relajación comenzó a mover los pies, despacio, con mucho cuidado, primero uno, después otro... despacio... despacio... hasta que en un pequeño paso el pie izquierdo dijo que no.

  -¡Vamos! ¡Venga! ¡Juntos podremos conseguirlo!

  Pero el pie izquierdo había tomado su decisión.
  El pie izquierdo había sido tratado con delicadeza, con cariño, con ánimo constante, con apoyo en todo momento y había decidido que quería seguir recibiendo toda esa atención pero que no quería ser él el que tuviese que hacerlo para ella, que se le quitaban las ganas de estar ahí, que prefería estar en otra parte antes de tener que estar en ese penoso estado.

  -¿Pero cómo voy a poder caminar sin ti? ¿Sería imposible? ¡Yo te necesito!

  El pie izquierdo lo tenía bien claro. No, era no. No le importaba lo más mínimo. Sinceramente, nunca le había importado tanto como él le importaba a la chica. Tan claro lo tenía, tan preparados los argumentos, que probablemente lo tenía pensado desde hacía tiempo, aunque ella no se hubiese percatado.

  -Me duele, ¿sabes? Me duele muchísimo. Pero no seré yo quien te obligue a cambiar una decisión que ya tienes bien madurada. No seré yo quien te obligue a caminar conmigo. No seré yo quien me arrastre pidiéndote lo que tú no quieres dar. No seré quien por pena te mantenga a mi lado. No seré yo porque ¿sabes qué? Ni tú eres para tanto, ni yo para tan poco.

  Con todo el dolor de su corazón, la chica fue a la cocina, agarró con fuerza el cuchillo más grande que encontró y de un golpe fuerte y seco separó de su pierna su pie izquierdo, ese que no fue capaz de apoyarla ni una sola vez, ese que era más feliz en otro lugar antes que dándole unos pequeños ánimos a la chica. Ese que no quiso estar.

  El dolor era inmenso, terrible... un dolor causado por la decepción, por la sección, por el nuevo caminar. Pero según pasaban los días el dolor se hacía más llevadero.

  No dejó de doler pero aprendió a caminar a la pata coja y confió en que un día volvería a caminar feliz.


2 comentarios:

  1. Que bonito nena me ha encantado,aunque sea a pata coja se puede ser muy feliz 😊

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  2. Que bonito nena me ha encantado,aunque sea a pata coja se puede ser muy feliz 😊

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